Ser neuropsicóloga en una Neurocirugía con Paciente Despierto #miprimeravez

Hace unas horas viví por primera vez una de las experiencias profesionales más increíbles que viviré a lo largo de mi carrera. Por eso quiero compartir por aquí mi experiencia como neuropsicóloga en una neurocirugía con paciente despierto por primera vez, desde mi formación hasta el día de la neurocirugía.

En el anterior artículo explico qué es la Neurocirugía con Paciente Despierto y aclaro algunas de las dudas que me comentasteis. Este artículo va a ser más personal.


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Antes de empezar, quiero recordarte que tengo una cuenta de Instagram (@neuro.boo) en la que hago divulgación sobre Psicología con Funkos. Te invito a que te pases por el perfil para que aprendas Psicología de una forma un poco… Peculiar 😉


Mi formación

La oportunidad de ir a la neurocirugía surgió por las prácticas del Máster en Neuropsicología Clínica que estoy haciendo. Antes de plantearnos el poder asistir como estudiantes, Pilar López impartió una sesión de técnicas de neurocirugía en la que nos explicó en qué consistía la Neurocirugía con Paciente Despierto, nuestro papel como neuropsicólogas, las diferentes evaluaciones neuropsicológicas que se hacen a lo largo del proceso…

Yo era la típica estudiante que en la ESO se saltaba las prácticas de disección de la asignatura de Biología, así que os podéis imaginar el miedo que podía tener al anticipar lo que podía ser una neurocirugía. Sin embargo, ver los vídeos y conocer más en detalle el proceso me hizo exponerme a aquello que tanto me apuraba y, de alguna manera, ese miedo se redujo (proceso que en Psicología llamamos desensibilización).

Si tenéis curiosidad, hay una sesión clínica en la que Pilar explica la Neurocirugía con Paciente Despierto. Es menos detallada que la que nos impartió en el máster, pero incluye el testimonio de una paciente real y es súper interesante.


Sesión preoperatoria

Una semana antes de la neurocirugía, Pilar, Jose y yo conocimos al paciente. En esta sesión lo primero que hicimos fue presentarnos, conocerle y preguntarle qué conocía de la neurocirugía con paciente despierto. De esta manera le transmitimos tranquilidad, le explicamos en qué consistía y le resolvimos las dudas que podía tener.

Desde el primer momento que conocemos al paciente se establece el vínculo profesional-paciente, que será fundamental tanto dentro como fuera de quirófano. Hay quien resta importancia a este aspecto, creyendo que no tiene tanta influencia en el proceso. La realidad es que, cuanto más tranquila, segura y cómoda se sienta la persona, menos nerviosa estará antes de la neurocirugía y mejor colaborará a la hora de despertar para el mapeo. Así que si alguna vez os dicen que una enfermera puede sustituir el papel de la neuropsicóloga en una neurocirugía, además de defender el intrusismo profesional, estará omitiendo esa parte tan fundamental del bienestar del paciente.

Tras explicarle en qué consiste la neurocirugía con paciente despierto, hicimos la evaluación neuropsicológica preoperatoria para valorar su estado cognitivo en aquel momento. Esta primera evaluación sirve de línea base para luego estudiar la evolución de su rendimiento después de la neurocirugía.

La sesión siguió enseñándole los tests neuropsicológicos que le pasaremos cuando le despierten en la neurocirugía. Esto lo hacemos para que los tests se adapten a lo que la persona conoce, no al revés. Por ejemplo, el D80 es uno de los tests que siempre se incluyen en este protocolo. El D80 es una tarea de denominación que consiste en ir mostrando diapositivas como esta:

Al ver esta diapositiva, el paciente tendría que decir «Esto es una silla». Si en esta evaluación preoperatoria no conociera el dibujo que aparece en la diapositiva, se quitaría del test, porque si luego la mostramos en la neurocirugía y no la sabe decir, podríamos confundirnos y pensar que es una anomia por la estimulación cerebral de un área elocuente, cuando en realidad es que el paciente no conoce lo que aparece en ese dibujo.

Por tanto, pasar los tests antes de la neurocirugía nos permite individualizar la intervención lo máximo posible y, además, reducir la incertidumbre del paciente, que ya sabe qué tendrá que hacer cuando despierte en quirófano.

Terminamos la sesión preguntándole si quería ver vídeos de otras personas que han pasado por la neurocirugía despiertos. Estos pacientes firman un consentimiento para que podamos enseñar los vídeos de su neurocirugía a otros pacientes. Si el paciente accede a verlos, se le enseña cómo estos pacientes despiertan y hacen las tareas durante el mapeo cerebral. Esta parte la hacemos para, de nuevo, reducir su incertidumbre enseñándole cómo es un quirófano y cómo otras personas lo han vivido, lo cual hace que anticipe menos y esté más tranquilo.

Nos despedimos del paciente hasta la neurocirugía, que será la semana siguiente. He insistido en la tranquilidad que le transmitimos a él, pero no me puedo olvidar de la motivación que nos transmitió él a nosotras con su optimismo y su confianza. De hecho, una de las cosas que nos dijo fue que le habíamos dado mucha paz explicándole en qué consistía el proceso, resolviendo sus dudas y haciéndole ver que estaríamos a su lado en todo momento. A nivel personal, volví a casa sintiendo que habíamos creado un equipo muy, muy guay. Y no me equivoqué.


Neurocirugía con el paciente despierto

Momentos previos al quirófano

Pilar, Jose y yo quedamos a las 7:40 a.m. en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe, que es donde se llevaba a cabo la neurocirugía. Yo estaba nerviosa, pero no eran nervios de ansiedad, sino nervios por la emoción de tener la oportunidad de vivir algo tan único y especial. Una no vive una neurocirugía en calidad de neuropsicóloga todos los días.

Los tres bajamos al sótano a por los pijamas para ir a la zona de quirófanos. Me hizo gracia sentir que estaba viviendo un crossover entre Anatomía de Grey (por los pijamas de quirófano) y Monstruos SA (por el diseño de los pasillos). Luego subimos a los vestuarios para dejar las cosas (menos a Boo) y ponernos los pijamas.

Con los pijamas puestos, fuimos hacia quirófanos. Pilar nos enseñó cómo se dividen los quirófanos, dónde esperan los pacientes, las salas para descansar y tomar un café…, hasta que llegó el miembro que faltaba de nuestro equipo: el paciente. Estuvimos con él durante un rato hablando de su familia, de lo que haría tras la operación y de ese ansiado café con leche que tanto echaba de menos. Después se lo llevaron para ponerle la vía en la arteria carótida (es la vía más directa en caso de que hubiera que administrar algo de urgencia) y ponerle en posición decúbito lateral, ajustando la mínima incomodidad, porque pasará en esa posición muchas horas y un mínimo pliegue podría ser muy molesto pasado un rato.

Entramos a quirófano

Mientras preparaban al paciente, el Dr. Prat, el neurocirujano principal, nos estuvo explicando a los residentes, a Jose y a mí las peculiaridades del caso y recalcó la importancia de nuestro papel como neuropsicólogas en la neurocirugía. Es alentador que un neurocirujano valore de esta manera la Neuropsicología y no lo vea como algo que puede hacer cualquiera. También nos explicó las tractografías, la localización de la lesión ocupante de espacio y nos enseñó algunos de los instrumentos que iba a utilizar durante la neurocirugía.

Yo me sentía como una niña pequeña descubriendo un mundo nuevo que le resulta fascinante. No podía parar de pensar en lo afortunada que me sentía de poder vivir algo así, de poder aprender tanto a la vez que contribuimos, en equipo, a que todo saliera lo mejor posible.

Primera fase: acceder al cerebro

Antes de que la anestesista durmiera al paciente para empezar la neurocirugía, nos acercamos para decirle que estábamos allí con él. Una vez dormido, el equipo pasó a la primera fase: retirar, poco a poco, todo aquello que protege al cerebro del mundo exterior.

Primero se le administra, además de la anestesia general, anestesia local en la zona de la cabeza para ponerle lo que le sujetará el cráneo durante la operación. Una vez sujeto, se le retira el pelo, se le señala la zona por la que el neurocirujano accederá al cerebro y se empieza a retirar el cuero cabelludo, seguido del cráneo y la duramadre.

En todo momento había una cámara enfocando el trabajo del neurocirujano y se podía ver en detalle cada movimiento, lo cual como estudiante es una suerte, porque no es un recurso que siempre esté disponible.

Segunda fase: mapeo cerebral con el paciente despierto

Pasadas 2-3 horas desde que entramos a quirófano, el neurociurjano tenía acceso al cerebro y llegaba el momento del mapeo cerebral. Mientras el paciente iba despertando, fuimos preparando todo lo necesario para pasar los tests neuropsicológicos que ya habíamos entrenado con él.

No contaré mucho de estos momentos, porque, como ya dije, por encima de todo está la privacidad del paciente. Sí diré que fueron momentos muy intensos en los que sentí que Pilar, Jose y yo formamos un equipo maravilloso, pero maravilloso de verdad. Sentí que durante esos minutos se formó un espacio seguro en el que los tres centramos nuestro cuerpo y alma en ayudar y motivar al paciente a hacer las tareas. Todavía tengo agujetas en el brazo de tanto hacer flexión-extensión para acompañarle en el movimiento durante el mapeo, pero recordarnos a los tres haciendo el movimiento y motivándole es uno de esos momentos que sé que, pasen los años que pasen, guardaré en mi corteza cerebral, como en Inside Out hacen con los recuerdos esenciales.

Además, tuvimos la suerte de descubrir uno de los aparatos más nuevos para neurocirugía: una retransmisión en 3D de la zona donde estaban haciendo la resección. Se nos ponía la piel de gallina viendo en esa pantalla cómo el neurocirujano iba trabajando. Fue una pasada.

Tercera fase: cerrar y coser

Terminada la resección, terminó nuestra labor como neuropsicólogas en aquel quirófano. Ahora quedaba reponer las capas que habían ido quitando poco a poco y coserlas.

Volver a la realidad

Cuando salimos por la puerta de aquel quirófano sentí como si estuviera atravesando la puerta de Doraemon a una realidad paralela. Miré a Pilar y a Jose y no me pude sentir más orgullosa del trabajo en equipo que acabábamos de hacer, pero sobre todo me sentía agradecida a Pilar por haber confiado en nosotros y por tratarnos como pequeños profesionales que están ahí para ayudarle y apoyarle.

Pilar, Jose y yo al salir de quirófano, intentando asimilar la intensidad de lo que acabábamos de vivir.

Volví a casa sintiéndome una pequeña personita neuropsicóloga que estaba teniendo la suerte de formarse en aquello que le apasiona, compartiendo instantes inmortales con personas que crean espacios seguros allí por donde pasan.

No sé cuántas veces repetí la frase «qué feliz me siento» aquel día, pero sí os digo que han pasado unas horas desde entonces y, aunque siento que necesito dormir 24 horas seguidas porque he empalmado la neurocirugía con 15h de formación, esa felicidad sigue latente y unida a mi vocación por esta profesión.


Continuará

A partir de ahora haremos evaluaciones neuropsicológicas cada cierto tiempo para ver cómo está y cómo evoluciona el paciente, especialmente a nivel cognitivo. Nuestra labor como neuropsicólogas, como he comentado, no se queda en el quirófano, va mucho más allá. Por eso nuestra figura en el Sistema de Salud es tan importante y debería de estar más reconocida y valorada de lo que lo está.

Esta parte de la experiencia me la guardo para nosotras, porque no quiero poner en riesgo ni la más mínima parte de la privacidad del paciente, que he dicho que es la premisa principal de este artículo.


Conclusión

No sabéis lo reforzada que está mi vocación por la Neuropsicología desde que empecé el Máster en Neuropsicología Clínica. Siento que, con cada cosa que vivo, todos estos años de formación básica estudiando tanto han merecido más que la pena. Y eso que la aventura no ha hecho más que empezar.

Gracias por leer y por acompañarme siempre.

Nos leemos en otros artículos,

Sara

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