«Sonríe, y después ya buscamos el motivo…»

La emoción, tratando la vertiente más objetiva, se define de la siguiente manera:

«La emoción es una reacción compleja, estructurada, rápida y difícil de controlar, con un fuerte contenido subjetivo y fisiológico»

Parece una definición clara, concisa y que reúne todo aquello que forma la emoción. No obstante, con mi inquieta manía de darle vueltas a las cosas, me he cuestionado hasta qué punto se trata realmente de una reacción ‘difícil de controlar’.

Está claro que cuando una está muy enfadada, es muy difícil controlar la ira para que no te coma por dentro (me declaro culpable, señoría), pero ¿hasta qué punto es una excusa y hasta qué punto es real?

Sensación, emoción y sentimiento

Antes que nada hay que saber diferenciar lo que significa cada uno:

  • La sensación es aquella impresión que se produce al percibir un estímulo interior o exterior, un cambio o desequilibrio. Es mucho más compleja que la emoción porque implica mayor subjetividad, pudiendo llegar a crear sensaciones a partir de percepciones erróneas de la realidad. Por ejemplo, puedes estar rodeado de gente, pero tener la sensación de no tener a nadie debido a una interpretación errónea de la situación (como nadie puede estar conmigo en ese preciso momento en el que me siento mal, en realidad lo que veo no es que esté sola en ese instante, sino siempre).

 

  • La emoción es la respuesta que aparece tras la percepción de un desequilibrio originado en una sensación, es decir, sentir tristeza al sentirse en soledad.
  • Los sentimientos son la interpretación consciente que se realiza del estado corporal durante una respuesta emocional. Por ejemplo, al tener la sensación de estar solos, se desencadena un estado emocional relacionado con la tristeza y todo ello induce a catalogar el sentimiento de «estar desamparado».

 

Tras haber analizado cada concepto, podemos cuestionar hasta qué punto tenemos el control sobre lo que percibimos, sobre la emoción que nos invade y, por consiguiente, sobre la interpretación que le damos a lo que hemos querido sentir.

¿Descontrol o autoengaño?

Hace unos días estuve tomando algo con una amiga. Me contó que desde hace un tiempo está triste y que no sabía cómo dejar de estarlo. Sentía «una tristeza difícil de controlar». Como amiga le escuché, le abracé y le invité a otra cerveza, pero, también como amiga, intenté cambiarle esa perspectiva.

A veces no somos conscientes del poder que tenemos sobre nosotros mismos. Nos ponemos excusas cuando, querida amiga, nadie más que tú tiene el poder de volver a la normalidad, nadie tiene más poder sobre ti que tú misma. Y es que el problema no es el descontrol, es el no hacer frente a una tristeza que se ha aliado con su emoción prima hermana, el miedo. Sientes que esa sensación no depende de ti porque es lo que has querido creer, no porque no seas capaz de hacer que se vaya. Con ello no estoy tratando de desacreditar tu tristeza. Hoy puedes estar triste, puedes llorar, puedes sentir que el mundo se te viene abajo, pero mañana tienes que ser la primera en dar el paso por cambiarlo, porque si tú no lo cambias, no habrá amiga que, por mucho que te quiera (bien), pueda combatirla por ti.

«Enfréntate, valiente»

El silencio se hizo en la terraza del bar. Mi amiga me miró y me dijo «Teoría fácil. Práctica complicada». Yo, cual amiga repelente, le contesté: «Segunda excusa». Me miró y sonrió, pero volvió a contestarme: «Trato de hacerle frente, pero llega un punto que no sé ni por qué estoy triste. ¿Cómo le hago frente a algo que no sé ni lo que es?». Podría haber pensado que se trataba de otra excusa, de una habituación tan profunda que había olvidado el motivo de su sentimiento, o bien que realmente era una situación de descontrol en la que mi amiga no podía hacer nada. Sin embargo, mi cabeza no tiró por ahí, sino que se fue, como siempre, al por qué.

Todo empieza en la sensación, en el motivo por el que sentir. Hay una necesidad constante de tener estímulos para ser felices, para estar enfadados, para tener miedo o para estar tristes. Si no hay estímulo, no hay respuesta, ¿no? Yo no lo tendría tan claro. Por ello retomaré este tema en el siguiente apartado.

De la sensación pasa a las emociones que, como he escrito al principio, son reacciones complejas. Pueden ser producidas por cambios hormonales, por interpretaciones de estímulos que nos hagan daño o nos aporten bienestar, pero ¿quién decide el sentimiento? Nadie más que quien está experimentando la emoción.

Todos percibimos gran cantidad de estímulos todos los días, a veces parecidos, pero hay gente en depresión y otra gente que, pasando por lo mismo, lleva un estilo de vida completamente distinto, personas con ese poder que llamamos Resiliencia. No todo el mundo tendrá los mismos recursos para resurgir tras una adversidad, pero lo que todos tenemos es la capacidad de interpretación que nos permite sentir de una u otra manera. La capacidad de sentir, de regular las emociones para llevar un equilibrio alejado del descontrol. Llegados al tercer paso, no queda otra que, o bien dejar que el desamparo se apodere de ti y de tu vida, o volver al primer paso y preguntarse «¿Estoy sintiendo bien?».

Motivos para sentir

Volviendo a la parte más científica, os voy a presentar a unos amigos que hice estudiando las emociones:

  • William James y Carl Lange son dos psicólogos que trataron de mostrar que las emociones se producían en un orden secuencial: percibimos el estímulo; procesamos la información; se desencadenan las reacciones fisiológicas y entonces interpretamos con nuestro maravilloso cerebro que esas reacciones significan miedo o tristeza.
  • Walter Cannon y Philip Bard son otros dos señores científicos que, llevando la contraria a nuestros dos anteriores amigos, dijeron que el orden era al revés: percibimos el estímulo; procesamos la información; se envía a nuestro cerebro, el cual la interpreta y desencadena las reacciones fisiológicas de la emoción correspondiente.

 

  • Después está el modelo actual bidireccional que engloba ambas teorías bajo el argumento que no se trata de un proceso fijo, sino que se puede producir de ambas maneras.

Pic2a.gif

Por tanto, cuando estamos tristes es por algo, cuando estamos alegres es por algo, cuando estamos enfadados es por algo… El estímulo siempre está presente y es el que acaba provocando la respuesta de una manera u otra. Pero ¿y si la solución se encuentra, no tanto en el motivo, ni en el proceso, sino en la emoción? Está claro que no somos todopoderosos y no podemos solucionar todo lo que se nos presenta en nuestra vida, porque no todo está en nuestra mano (hay que saber diferenciar la excusa de la realidad). Entonces, si no está en mi mano, ¿qué hago?, ¿cojo una depresión de caballo? No tiene por qué. ¿Cuántas veces has sonreído, aun sin ganas, y has acabado sonriendo de verdad? ¿O viendo reír a alguien que quieres, sonreír tú casi inconscientemente aunque ese día haya sido uno de los peores de tu vida? Es decir, aun percibiendo una sensación alejada del bienestar, manipular la emoción mediante una simple sonrisa. La emoción cambia y, por tanto, también cambia el sentimiento.

Para mí, la solución está aquí. Dejar de lado la constante rumiación de buscar el por qué de las cosas y hacer más sencilla la vida en los pequeños detalles. Porque lo que importa no es tanto el motivo, sino lo que provoca en ti el sonreír. Porque lo importante es hacerte feliz. Porque ahí será cuando lo veas todo de diferente manera, cuando cambias de perspectiva. No habrá descontrol porque no habrá motivo para ello. El esfuerzo se basará en levantar los músculos faciales; quizá al principio sólo puedas levantar el músculo cigomático mayor, pero, te prometo, que si trabajas en ello, al final el orbicular actuará por sí solo.

«Sonríe, y después ya buscamos el motivo…» – I. M.

Entonces, ¿sonreímos?

REFERENCIAS

Largas charlas con las personas que más pienso, reflexiono y aprendo sobre Psicología (y de la vida).

R. García, C. (2013, 14 abril). Diferencias entre emociones, sentimientos y sensaciones. Recuperado de https://www.puromarketing.com/27/15830/entre-emociones-sentimientos-sensaciones.html

2 comentarios en “«Sonríe, y después ya buscamos el motivo…»

  1. Actitud mi querida Sara, actitud..
    según mi experiencia, estímulos hay siempre, acontecimientos por doquier..
    algunos buenos, otros no tanto..
    todo depende de si elegimos la sonrisa, optamos por aceptarnos imperfectos y disfrutamos de esta “única vida”, o decidimos optar por quejarnos y hacer de ello un “modus vivendi”, ni vivo, ni dejo vivir.. dejemos de considerarnos víctimas y actuemos.
    Declarándonos maravillosamente imperfectos???…..
    Con amor.

    Le gusta a 1 persona

    1. Me quedo con esa frase de «dejemos de considerarnos víctimas y actuemos». Refleja el miedo a enfrentarse a uno mismo, que es lo que muchas veces impide que nos demos cuenta de que los estímulos son lo de menos, que lo importante es el cómo decidimos hacer frente a todo lo que nos viene encima.
      Buena reflexión, madrinita.
      Te veo pronto.
      Con mucho, mucho amor.

      Me gusta

Deja un comentario

Descubre más desde Sara Gomis

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

search previous next tag category expand menu location phone mail time cart zoom edit close