Sólo sé que no sé nada

Cuanto más sabes, más te das cuenta de todo lo que te queda por descubrir.

Hace un tiempo (cercano o lejano, como se quiera mirar) entré por primera vez en un edificio cuyo cartel te dejaba intuir qué te ibas a encontrar dentro, pero nada más lejos de la realidad. Este edificio era la Facultad de Psicología, de la Universitat de València.

Recuerdo entrar con ilusión, ver todas las instalaciones: salas de experimentación, cerebros de animales para diseccionar, aparatos rarísimos que no sabía para qué servían pero que me alucinaban igualmente… Todo un mundo por descubrir.

Meses más tarde comencé una nueva vida allí. Sin ser casi consciente, aquel lugar se convirtió en mi segundo hogar. Cuando una entra por primera vez a la Universidad, tiene un concepto personal y propio que se basa en aquello que ha ido viendo y escuchando a partir de experiencias de otra gente. Sin embargo, puedo decir que mi experiencia no se acerca ni lo más mínimo a lo que pude ir escuchando en mi etapa preuniversitaria.

A partir del primer momento que pisas la facultad, respiras un aire nuevo y, de nuevo, sin ser casi consciente, tú empiezas a cambiar. Recuerdo el primer año como un año muy inestable, de mucha fiesta, pero también mucha confusión. No estaba segura de si realmente aquello era a lo que me quería dedicar el resto de mi vida, hasta que llegó una profesora que cambió toda mi perspectiva, todos mis esquemas, y me hizo ver que el problema no era la profesión, sino que yo no la estaba enfocando de la manera correcta. Desde ese instante, empecé a leer mucho más, a investigar, a trabajar. Y ahí fue cuando vi que amaba la Psicología. Pude ver y darme cuenta de que la Universidad no es un centro al que acudes para examinarte y salir de allí con un título, sino una oportunidad de descubrirte, de absorber todo el conocimiento que te permitan tus redes neuronales, pero sobre todo, de conocer gente con la que compartirlo y salir a tomar una cerveza; porque el conocimiento es poder, pero sin compartirlo, ese poder es efímero.

Ese es el motivo de este blog. Por ello os invito a entrar a un mundo en el que descubrir cosas que hace media hora no sabíais. Quiero que penséis, que vuestras neuronas segreguen tal cantidad de Dopamina al aprender que no podáis parar de buscar y rebuscar. Y cuando creáis saberlo todo, siempre llegará ese alguien que os hará ver que la verdad no es absoluta, sino relativa (perdóname, Platón) y que el más sabio es aquel que vive con la motivación de aprender en cada pequeño detalle, en cada pequeño instante.

«Sólo sé que no sé nada» – Sócrates

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