El 13 de Enero se conmemora el Día de la Lucha contra la Depresión. Probablemente sea el trastorno mental del que más se habla y, a la vez, del que más se desinforma. Así que hoy vamos a desmontar algunos de los mitos más comunes sobre la depresión y a hablar sobre algunas realidades que quizá no conozcáis, pero que también forman parte de ella.
Hablaré desde una perspectiva más cercana a la Neuropsicología. Gran parte de la desinformación viene por ese enfoque médico-biologicista que basa toda posible alteración en algo «orgánico», por lo que me parece interesante plantearos qué dice la Psicología sobre ello.
Índice de Contenido
- Antes de nada, ¿qué es la Depresión?
- ¿Tristeza o Depresión?
- El Bucle de la Depresión
- MITOS
- La depresión nunca tiene origen orgánico
- La depresión siempre requiere medicación
- REALIDADES
- La depresión no afecta únicamente al estado de ánimo
- Hay diferencias de activación en ciertas zonas cerebrales entre personas con y sin depresión
- Conclusión
- Bibliografía
Antes de nada, ¿qué es la Depresión?
La DEPRESIÓN es un trastorno del estado de ánimo que se caracteriza por una gran tristeza y/o desinterés generalizado por lo que rodea a la persona (Caballo et al., 2014).
¿Tristeza o Depresión?
Es importante señalar que no es lo mismo estar triste que tener depresión.
- La tristeza es una emoción adaptativa que sientes cuando pierdes algo que era importante para ti.
- La depresión va acompañada de una tristeza profunda, pero también de una baja activación persistente, lo cual causa un deterioro funcional en la vida de la persona, por lo que no puede desarrollar su vida con normalidad.
En la depresión hay un descenso de la actividad física y psicofisiológica, lo cual se refleja en pérdida de la motivación, alteraciones del sueño (insomnio/hipersomnia), fatiga persistente… Para diagnosticarla, estos y más síntomas deben de estar presentes durante al menos dos semanas consecutivas, impactando negativamente en el desarrollo de la persona en su día a día.
Como veis, la clave está en el aspecto de «deterioro funcional persistente»:
- Una persona que está triste transita la emoción y vuelve progresivamente a su normalidad diaria.
- Una persona con depresión se siente tan triste, cansada y desmotivada que pierde el interés por lo que le rodea, deja de hacer lo que hace habitualmente, lo que le acaba afectando a su salud, al trabajo, a la relación con sus amigos y familia… Convirtiéndose así en un bucle del que cuesta salir.
El Bucle de la Depresión
Las causas de la depresión pueden ser tantas como estrellas hay en el Universo. No obstante, nunca tiene que ver con una «falta de voluntad» de la persona por querer estar bien. Una persona no tiene depresión por capricho. Generalmente, en la depresión reactiva hay un detonante que provoca esta alteración del estado de ánimo (p. ej., pérdida del trabajo, que altera la estabilidad familiar) y la tristeza-desinterés forman un bucle con la baja activación. Por tanto, la persona está triste – pierde el interés por las cosas – deja de hacerlas – tiene secuelas en su salud física, mental y social – la tristeza aumenta y el bucle continúa.

MITOS
La depresión nunca tiene origen orgánico
Históricamente, el modelo teórico que más peso ha tenido en la investigación en Psicología ha sido el biomédico, según el cual cualquier trastorno mental tiene un origen orgánico. Por suerte, en los últimos años esta tendencia ha ido cambiando y hemos aprendido que, aunque el factor biológico es importante, no siempre es el protagonista de la película.
Lo social ante todo
Cada vez más desde la Psicología se trata de concienciar de la influencia de los factores psicosociales en la depresión. Si te desahucian porque has perdido el trabajo y desarrollas una depresión, el «origen» no ha sido orgánico, sino psicosocial. Otro tema sería que el impacto biológico puede reforzar el bucle que hemos mencionado antes, pero eso no significa que sea la causa.
Hasta aquí todo bien, ¿no? Rechazamos el modelo más «biológico» y nos vamos a lo Psicosocial, porque aquí hablamos de Psicología, no de Medicina. Bueno, pues no, no es así o al menos no debería de serlo.
Un sesgo que tiendo a ver en compis de profesión es la tendencia a rechazar todo «lo biológico». Los extremos son malos, tanto hacia un lado como hacia otro, porque nos ciegan ante realidades que sí existen.
La Depresión Endógena
Si bien no es la situación más común, sí cabe la posibilidad de que la depresión pueda atribuirse a causas orgánicas, lo que llamamos «Depresión Endógena». En estos casos, la persona padece depresión debido al impacto de una enfermedad (por ej., hipotiroidismo, diabetes, anemia severa…) y/o de algunos medicamentos que producen una disfunción en el Sistema Nervioso, afectando por tanto al funcionamiento del cerebro.

En estos casos, la terapia psicológica resulta insuficiente y sería necesario contar con más ayudas en el tratamiento, bien recurriendo al tratamiento farmacológico, ajustando la medicación que toma o haciendo uso de herramientas que intervienen directamente en la actividad cerebral (la terapia electroconvulsiva o la estimulación magnética transcraneal).
La depresión siempre requiere medicación
«La depresión se debe a un desequilibrio de neurotransmitores (serotonina)» es la frase que más he leído/escuchado desde que empecé a estudiar Psicología. Por esa regla de tres, si una persona con depresión toma los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina (ISRS – antidepresivos), la depresión tiene que desaparecer. Como el dolor de cabeza cuando te tomas un Ibuprofeno… Pero no es el caso.
En la revisión de la literatura de Álvarez & Montes (2001) ya se menciona que la terapia psicológica, como mínimo, es igual de eficaz que la terapia farmacológica. Teniendo en cuenta que el tratamiento farmacológico fue el primero en estudiarse de manera sistemática, el interés e influencia de la industria farmacéutica por unos resultados favorecedores en los estudios y la dudosa formulación teórica del «desequilibrio de neurotransmisores» que se propone para la depresión (una polémica abierta que no vamos a tratar en este artículo), es como empatar en una carrera cuando tu competidor va en moto y tú corriendo.

Con esta información, lo que se propone no es descartar la terapia farmacológica, sino utilizarla de manera complementaria. Al fin y al cabo, la terapia farmacológica tiene unas secuelas que la psicológica no, por lo que si son igual de eficaces, mejor utilizar la que menos secuelas tenga. Ahora bien, cuando la gravedad de la depresión aumenta y la terapia psicológica resulta insuficiente, no hay nada de malo en recurrir a la medicación.
No se trata de descartar la medicación, sino que no sea la primera opción.
REALIDADES
La depresión no afecta únicamente al estado de ánimo
La depresión es un trastorno del estado de ánimo, pero no afecta sólo al estado de ánimo. Antes hemos mencionado en el bucle de la depresión que una parte del proceso es la afectación de la salud a nivel físico, mental y social, lo que deriva en el deterioro funcional que hace que denominemos Depresión a todo este conjunto de síntomas.
- En el aspecto FÍSICO, al tener una mayor sensación de fatiga (notarse más cansado) y una menor activación física (moverse menos), el sistema inmune se debilita y se es más propenso a padecer algunas enfermedades. Además, se pierde musculatura del cuerpo, lo que hace que cueste más esfuerzo el movimiento y, por tanto, canse más.
- En el funcionamiento COGNITIVO hay un rendimiento cognitivo general empeorado en el que es significativo el déficit en control ejecutivo, atención y memoria de trabajo (Hack et al., 2023).
- También se ve afectada la memoria episódica, ya que se tiende a recordar eventos negativos antes que positivos. Dillon & Pizzagalli (2018) relacionan este sesgo con la influencia del estrés, el cual suprime la neurogénesis hipocampal, inhibe las neuronas dopaminérgicas y sensibiliza la amígdala, haciendo que se altere la codificación de experiencias positivas y se tiendan a recuperar las negativas.
- En lo SOCIAL, la persona tiende a aislarse debido al esfuerzo físico, cognitivo y emocional que suponen las relaciones sociales (Berman et al., 2010). El aislamiento, junto a la irritabilidad, la falta de motivación y el desconocimiento sobre lo que implica la depresión por parte del entorno, pueden suponer elementos especialmente conflictivos que deterioren progresivamente las relaciones sociales de la persona, aislándole todavía más.

Si os dais cuenta, las consecuencias acaban reforzando el bucle que hemos explicado antes. El aislamiento es una consecuencia y a la vez un elemento que refuerza que la persona se mantenga en la depresión.
Hay diferencias de activación en ciertas zonas cerebrales entre personas con y sin depresión
La depresión afecta a todo nuestro organismo en conjunto, incluyendo al cerebro. Cuando una persona tiene depresión, la actividad del cerebro cambia, haciendo que determinadas zonas estén hiper o hipoactivadas en comparación a personas sin depresión.
Hay tres modelos neurobiológicos que se han descrito en la literatura para el trastorno depresivo mayor:
- Modelo límbico-cortical:
- Mayor activación de áreas límbicas asociadas al procesamiento de información con componente emocional.
- Menor activación de zonas prefrontales relacionadas con el control de la inhibición.
- Modelo corticoestriatal:
- Disfunción del circuito cortico-estriado-talámico, que produce enlentecimiento motor, además de alteraciones en la motivación, en la regulación emocional, en la planificación…, dificultando así que la persona tenga conductas dirigidas a un objetivo.
- Red neural por defecto:
- Aumento de la actividad de la red neural por defecto, que se asocia a un aumento de la rumiación.
En el meta-análisis de Palmer et al. (2015) se analiza la actividad cerebral en tres condiciones diferentes: tareas con demanda emocional, tareas con demanda cognitiva y en reposo. No voy a desarrollar con más profundidad los resultados porque nos extenderíamos demasiado, pero si os interesa este tema os recomiendo leerlo.
¿Quiere decir esto que una persona con depresión tiene «el cerebro dañado»?
No. Lo que esto refleja es que el cerebro cambia según la situación que está viviendo la persona. Si la persona recibe tratamiento y supera la depresión, la actividad cerebral volvería a cambiar a otro modo de actividad. Por tanto, no es que el cerebro «esté dañado», sino que ha adaptado su modo de funcionamiento al momento actual para, aunque no lo parezca, favorecer la supervivencia.
Conclusión
Formarme en Neuropsicología me ha permitido ser consciente de lo importante que es, como profesional de la Psicología, conocer el impacto que tiene cada posible situación en nuestro cuerpo.
No podemos trabajar en terapia con una persona con depresión sin conocer cómo esta situación le está afectando a nivel cognitivo. Enfatizo este ámbito porque a veces me encuentro con personas frustradas en su proceso terapéutico porque su terapeuta no tiene en cuenta las dificultades cognitivas a la hora de proponer tareas de trabajo terapéutico. Una persona que se dedica a la terapia psicológica no tiene que saber hacer un plan de rehabilitación cognitiva, pero sí saber adaptar las demandas a las capacidades de la persona, sean físicas, cognitivas, emocionales o sociales.
Espero que toda esta información os haya servido para entender un poco más a las personas que están pasando por una depresión, alejándonos de la desinformación que leemos cada día en redes sociales.
Gracias siempre por leerme 🙂
Nos leemos en otros artículos,
Sara
Bibliografía
Álvarez, M. P., & Montes, J. M. G. (2001). Tratamientos psicológicos eficaces para la depresión. Psicothema, 13(3), 493-510.
American Psychological Association [APA]. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of mental disorders (5th ed.).
Atique-Ur-Rehman, H., & Neill, J. C. (2019). Cognitive dysfunction in major depression: From assessment to novel therapies. Pharmacology & Therapeutics, 202, 53-71.
Berman, M. G., Peltier, S., Nee, D. E., Kross, E., Deldin, P. J., and Jonides, J. (2010). Depression, rumination and the default network. Social Cognitive and Affective Neuroscience. 6, 548–555.
Caballo, V. E., Salazar, I. C. y Carrobles, J. A. (dirs.) (2014). Manual de psicopatología y trastornos psicológicos (2ª ed.) Madrid: Pirámide.
Dillon, D. G., & Pizzagalli, D. A. (2018). Mechanisms of Memory Disruption in Depression. Trends in neurosciences, 41(3), 137–149.
Hack, L. M., Tozzi, L., Zenteno, S., Olmsted, A. M., Hilton, R., Jubeir, J., Korgaonkar, M. S., Schatzberg, A. F., Yesavage, J. A., O’Hara, R., & Williams, L. M. (2023). A Cognitive Biotype of Depression Linking Symptoms, Behavior Measures, Neural Circuits, and Differential Treatment Outcomes. JAMA Network Open, 6(6), e2318411.
Jiang, J., Yang, M., Tian, M., Chen, Z., Xiao, L., & Gong, Y. (2023). Intertwined associations between oxytocin, immune system and major depressive disorder. Biomedicine & pharmacotherapy = Biomedecine & pharmacotherapie, 163, 114852.
Palmer, S. M., Crewther, S. G., & Carey, L. M. (2015). A Meta-Analysis of Changes in Brain Activity in Clinical Depression. Frontiers In Human Neuroscience, 8.
Trivedi M. H. (2004). The link between depression and physical symptoms. Primary care companion to the Journal of clinical psychiatry, 6(1), 12–16.






